Escuela de Padres. Ayudame a crecer
Adoración Navarro
Psicopedagoga
Escucha activa: ayudar a entender lo que le pasa al niño
Una madre que recientemente había dado a luz, estaba preocupada por el comportamiento de su hija mayor, la llegada del nuevo hermanito no estaba siendo nada fácil, los celos afloraban y la niña se encontraba más irascible, nerviosa y alterada. No solo era complicado compartir el cariño de mamá con un extraño sino que la niña continuamente escuchaba por parte de otros adultos frases que contradecían lo que ella sentía: ¡ya verás como jugarás con tu hermanito cuando crezca!, ¡qué suerte tener un hermanito!, ¿ya cuidas a tu hermanito? , ahora eres la hermana mayor!
Esta madre necesitaba comprender como se sentía su hija y su deseo por ayudarle a expresar los sentimientos que le producían esa nueva situación eran tan fuerte que un día consiguió que su hija le confesará que no le gustaba tener un hermanito. A partir de este momento, empezaron a trabajar los lazos afectivos entre hermanos para mejorar la relación.
La escucha activa ayuda a captar los sentimientos. Hay que tener en cuenta que los sentimientos que no se reconocen en la infancia, influyen en las relaciones de adulto. Cuando damos importancia a los sentimientos de un niño por muy absurdo que nos parezca el motivo por el que llora, le ayudamos a ser el mismo.
Escuchar activamente supone acompañar a un niño en la consciencia de sí mismo, consiste en tratar de entender lo que hay detrás de los mensajes verbales sin que se sienta juzgado y a poder ser sin dirigir su vida enseñándole a poner nombre a cada una de sus emociones para que pueda comprender lo que le pasa.
Ayudar a entender lo que le pasa al niño. Acepta y respeta todos los sentimientos del niño: cuando el niño llora porque se ha caído, es posible que no se haya hecho daño pero ha podido sentir miedo o vergüenza. Si acude a ti necesitara tu comprensión y cariño no que suavicen su dolor con frases como ¡no pasa nada! o ¡eres mayor, no tienes que llorar!
Demuéstrale que estas escuchando todo lo que él dice mirándole fijamente a los ojos, asintiendo con la cabeza, con expresiones como “Sí, ¡Ajá!, Mmmm…” o con un tono de voz adecuado para conseguir que el niño se sienta escuchado y comprendido.
Escucha de manera reflexiva: consiste en repetir lo que crees que el niño siente y dice, de esta manera podemos describir lo que parece haber causado esos sentimientos.
Pon nombre a los sentimientos: un niño debe aprender a identificar sus diferentes estados de ánimo, saber llamarlas por su nombre y ser consciente de cómo influyen en su comportamiento.
Ofrece tu consejo pero sin imponerlo: esto lo haremos con el fin de ayudarle a confiar en su capacidad para encontrar herramientas que le ayuden a gestionar sus emociones.
El temperamento condiciona el comportamiento de los niños
Es posible que en más de una ocasión hayas oído “es que yo soy así…” o incluso que con el fin de justificar un comportamiento hayas dicho el refrán de Genio y figura hasta la sepultura.
El temperamento y el carácter. ¿Cuántas veces has pensado de tu hijo “este niño nació así, no tiene arregló…” Hay padres que no entienden por qué sus dos hijos son tan diferentes si se han criado en la misma familia, se preguntan qué los hace tan diferentes si teóricamente han recibido la misma educación.
Hay investigaciones que afirman que las personas nacemos con un temperamento con una predisposición genética que nos lleva a actuar de una forma determinada y que es inalterable, por eso hay personas que dicen soy como soy y no voy a cambiar.
El temperamento es el mismo durante toda la vida pero no el carácter que es el conjunto de hábitos de comportamiento que cada persona va adquiriendo y consolidando a lo largo de su vida por medio de la familia, la escuela y la sociedad.
Tipos de temperamentos. Es cierto que el temperamento tiene un componente genético pero no determina la conducta porque de lo contrario la educación no tendría sentido.
Desde muy pequeños hay bebes que marcan maneras, hay niños de temperamento más fácil que hacen la tarea de educar más sencilla y otros que requieren más persistencia por parte de padres y educadores.
Es necesario conocer el temperamento de los niños para saber cómo educar su personalidad y cómo ajustar nuestra respuesta a su comportamiento sabiendo potenciar sus virtudes al mismo tiempo que les ayudamos a superar sus debilidades.
No frustrar a nuestros hijos es malcriarlos. La parte menos grata y más difícil de ser niño/a en proceso de maduración es la frustración. La parte menos grata y más difícil de ser padre en proceso de educar es la frustración. Ni a los peques les gusta no salirse con la suya, ni a los padres nos gusta tener que desilusionarlos.
Fritz Perls (fundador de la Terapia Gestáltica), en su libro “Sueños y existencias” dice que en el crecer hay dos alternativas: o el niño crece y aprende a sobreponerse a la frustración o se transforma en un malcriado. Puede que resulte un “malcriado” porque los padres le contestan todas las preguntas. Puede que se eche a perder porque cada vez que desea algo lo consigue, (porque el niño debe tenerlo todo, porque papi nunca lo tuvo, o porque los padres no saben cómo frustrar a los niños). Cada vez que el niño es mimando para evitarle una frustración, se le está condenando. Porque en vez de usar su potencialidad para crecer, la usa para controlar a los adultos, para controlar el mundo.
Los niños saben pedir lo que desean, ya sea con palabras o con gestos: ¡ir al parque ahora!, cógeme en brazos que no quiero andar, comer algo antes de cenar, meter las manos en el plato, no comer pescado, tocar el ordenador, ir a dormir tarde, quiero ahora una piruleta… y un larguísimo etcétera.
En muchas ocasiones para evitar el mal trago cedemos, ya sea porque no tenemos fuerzas para aguantar y oír la consecuente rabieta, ya sea porque nos apena se lleve un chasco.
Hemos de ser conscientes que al consentir no les estamos ayudando a crecer, les facilitamos demasiado las cosas. Lo bueno para su desarrollo es que busquen sus propios recursos, se esfuercen en buscar alternativas, conozcan mejor sus fuerzas, miren hacia dentro de sí y sepan qué pueden hacer (¡con lo creativos que son a estas edades!).
El peque dice:
• Si no me coges aúpa porque no quiero caminar (y no atiendes a mi eufórica rabieta…), no me quedará más remedio que hacer el esfuerzo y caminar yo solito/a. Pero podré hacerlo? Pero no tengo ganas!… Anda! Pues resulta que sí he podido hacerlo!!
• Si no me dejas ver más dibujos en la tele (y no cedes ante mis múltiples insistencias), tendré que poner en marcha mi creatividad y jugar con algo.
• (Un bebé de 6 o 10 meses) Si no atiendes mi llanto para que estés siempre, siempre cerca de mí tendré que empezar a dirigir mi atención en lo que hay a mi alrededor. Tal vez yo solito pueda hacerlo… (en niños que reclaman mucho la atención, sería bueno dejarlos por momentitos).
• Si no me das esa piruleta que tanto deseo (y mira que la estoy armando en el súper!), tendré que aprender a conformarme…
Para frustrar no es necesario enfadarse, gritar, amenazar. Con cariño, dulzura y firmeza les puedes decir las cosas. No le estas riñendo, por lo tanto, no le pongas mala cara para decirle que no le coges en brazos. Pese a la rabieta, mantente firme en tu postura pero no endurezcas tu cara. Entiende que lo único que tu peque puede hacer es quejarse.
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