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¿Quieres enseñar a tu hijo a dormir solo? El sueño

 

El ritual previo al sueño, la rutina de horarios, las comidas… Te enseñamos todos los factores que debes tener en cuenta para que tu bebé duerma plácidamente toda la noche.

 

Dormir es algo que el bebé debe aprender poco a poco desde que nace. Lo ideal es que los elementos que use para hacerlo no precisen nuestra intervención y que lo que el pequeño asocia al sueño (el chupete, un peluche…) continúe a su lado cuando despierte.

 

Claves para dormir bien

 

1. El ritual previo al sueño ha de ser placentero y predecible. Esta rutina debería empezar desde el nacimiento y resulta de máxima importancia al llegar al año de edad.

 

2. El entorno debe ser tranquilo y oscuro. El sueño implica un cambio de actividad del cerebro que se ve favorecido por un ambiente relajante.

 

3. Horarios regulares. Conviene acostar y levantar al pequeño todos los días aproximadamente a la misma hora y evitar las siestas tardías o de más de dos horas.

 

4. La temperatura de su habitación ha de ser confortable (entre 18 y 22 grados). El exceso de calor o de frío propicia el despertar nocturno.

 

5. El ruido ambiental. Debería ser mínimo durante la noche; por el día, sin embargo conviene que el bebé se acostumbre a hacer sus siestas con el jaleo habitual del hogar.

 

6. Hambre. Tan malo es acostarle hambriento (se despertará enseguida) como sobrealimentado, pues con ello obligamos a su estómago a trabajar durante la noche en lugar de descansar. Además, el exceso de líquido puede interrumpir el sueño.

 

7. Dormirse solo o acompañado El bebé aprender a conciliar el sueño sin ayuda de sus padres. Si estamos a su lado hasta que se duerma, reclamará nuestra presencia cada vez que se despierte de noche. El bebé duerme con sus padres. Colecho. Dormir con vuestro hijo. Una opción con sus ventajas y sus condicionantes. No es considerada mejor una opción u otra. Es una elección particular de cada familia según su método de crianza.

 

8. Los juegos movidos. Las actividades que impliquen una actividad física vigorosa que puedan ponerle nervioso deben evitarse en las dos horas previas al sueño.

 

9. Bebidas excitantes. Por la misma razón, hay que abstenerse de ofrecerle bebidas estimulantes, como el chocolate o las colas.

 

10. Despertares nocturnos. No perdamos los nervios si el niño nos desvela. Necesita que le tranquilicemos. Puede que tenga pesadillas.

 

El porqué de las visitas nocturnas «¿Por qué tu niño no duerme aún toda la noche?»

 

Os preguntareis muchos padres con cara de sueño cuando sus hijos a partir de los dos años de edad les regalan una visita a su cama en plena noche. Te sorprenderá saber que ningún niño, o adulto para el caso, duerme en realidad «toda la noche».

 

Despertarse durante la noche es parte normal del ciclo de nuestro sueño, pero los adultos saben cómo volverse a dormir sin ayuda. Desafortunadamente, muchos niños pequeños todavía tienen que dominar esta habilidad. En otras palabras, si tu hijo cuenta contigo o con otra ayuda a la hora de irse a dormir al comienzo de la noche, puede tener problemas para dormirse de nuevo solo, cuando se despierta en la madrugada. Claro está que ni siquiera el más competente de los durmientes es inmune a las alteraciones del sueño. Los miedos comunes en niños a partir de los dos años, incluyendo monstruos, fantasmas u otras cosas que llegan repentinamente de noche pueden desvelar a los más dormilones.

 

Además, las pesadillas, que alcanzan su punto máximo entre las edades de 2 a 6 años, pueden dar pie a carreras frecuentes a tu dormitorio. Del mismo modo, cualquier cambio en la rutina habitual de tu hijo, como un día de fiesta, una enfermedad, o incluso un cambio en la hora de acostarse, puede afectar sus patrones normales de sueño.

 

Qué hacer con las visitas nocturnas de tus hijos Son las 3 de la mañana y estás profundamente dormida.

 

De repente, sientes un codazo, un golpecito y luego otro codazo. Por mucho que intentes ignorarlo, el asalto nocturno continúa. Finalmente no tienes más remedio que abrir los ojos. Antes de que te levantes, tu hijo lanza esas palabras tan conocidas: «¡Mamá, tengo miedo!» con mirada triste.

 

Si ni a ti ni a tu pareja les importa compartir la cama o un abrazo ocasional durante la noche, no hay problema en ceder a los deseos de tu hijo. Pero si estás tratando de evitar esto, ten en cuenta las siguientes sugerencias: Elimina poco a poco la muleta. Cuando llega la hora de acostarse, a muchos niños de dos, tres y cuatro años todavía les cuesta quedarse dormidos sin ayuda de un chupete, un animal de peluche, una canción de cuna o tú. El problema es que si esa ayuda para dormir no está disponible cuando tu niño despierta en medio de la noche, puede tener problemas para dormirse de nuevo.

 

La solución comienza por elimina gradualmente todas las ayudas para dormir que tu hijo no pueda alcanzar por sí mismo durante la noche. Cuando acuestes a tu hijo a dormir, deja su cuarto exactamente igual que va a estar en medio de la noche. Si vas a apagar la luz del pasillo cuando te acuestes, apágala ahora. El ruido secundario o música suave está muy bien, siempre y cuando suene toda la noche. Y sin importar la rutina que sigas a la hora de dormir, es imprescindible que salgas de la habitación antes de que tu niño se duerma, para que no se despierte preguntándose por qué ya no estás allí. Recuerda que esto puede ser un proceso largo y difícil, así que ten paciencia. Sé perseverante. Elabora un plan y mantenlo.

 

A las 3 de la mañana es fácil rendirse a las súplicas de tu hijo, por muy en contra que estés de «dormir juntos». Pero si se las ingenia para quedarse en tu cama, aunque sea una o dos veces a la semana, seguirá intentándolo. Así que levántate de la cama, escolta a tu niño de vuelta a su habitación, dale un besito y vete. Prepárate para repetir esta rutina una y otra vez si es necesario, y para cargar tus baterías con café a la mañana siguiente.

 

Si tu niño está enfermo o tiene una pesadilla, puedes romper las reglas. Pero si acampas en su cuarto en lugar de permitirle que se quede en el tuyo, probablemente será menor el retroceso. Entiende sus temores. Es perfectamente normal para un niño de esta edad desarrollar un miedo a la oscuridad. Así que complácelo, dejando la luz del pasillo encendida o instalando una lamparita. Si lo que le despierta por la noche son duendes, extraterrestres u otras actividades paranormales, hagan una búsqueda de monstruos a la hora de acostarse. Revisa debajo de la cama, dentro del armario y en cualquier sitio donde puedan ocultarse. Una botella de aerosol llena de espantamonstruos extrafuerte (también conocida como agua) puede ayudarlo a sentirse cómodo por la noche. Ofrécele incentivos. Los premios pueden ser una gran manera de animar a un niño que se resiste a cumplir con el entrenamiento nocturno. Algunos padres desaprueban este método porque sienten que sobornan a sus hijos, pero aprender a permanecer en su cama no es fácil y está bien recompensarlos por sus esfuerzos. Reserva tiempo para mimos.

 

Muchos niños se quedan en su cuarto, siempre y cuando sepan que en su rutina de la mañana tienen tiempo para mimos. Como tu hijo probablemente no puede saber todavía qué hora es, dile que vaya a tu cama cuando el cielo esté claro (suponiendo que el horario de verano está de tu lado).

 

Si está un poco más grandecito, pega un pedazo de papel sobre el minutero de un reloj, y dibuja con un marcador la hora que acordaron para despertarse. Cuando los dos números coincidan, tu hijo sabrá que ya puede salir de su cuarto.

 

Sabes que tu hijo necesita dormir menos tiempo ahora que cuando era un bebé, pero ¿cuánto es suficiente? Cada niño es diferente, pero aquí te damos unas pautas generales para el promedio de horas que un niño necesita dormir cada día. Ten en cuenta que la mayoría de niños en esta edad necesitan dormir mucho, por lo general más de lo que los padres les permiten. Si un niño tiene malos hábitos de sueño o se niega a dormir la siesta o ir a la cama antes de las 9 de la noche, a menudo los padres asumen que no necesita dormir mucho. Esto probablemente no sea el caso; de hecho, es probable que el niño esté en realidad falto de sueño, de ahí su comportamiento hiperactivo a la hora de acostarse. Para ver si tu hijo cae en esta categoría, pregúntate: ¿Mi hijo se duerme con frecuencia mientras viaja en el coche? ¿Tengo que despertarlo casi todas las mañanas? ¿Se muestra malhumorado, irritable o cansado durante el día? Si respondiste sí a alguna de estas preguntas, tu niño puede estar durmiendo menos de lo que su cuerpo ansía.

 

Para cambiar este patrón, tendrás que ayudarle a desarrollar buenos hábitos de sueño, establecer una hora de dormir adecuada y aferrarte a ella. Un niño en edad +que haya superado la siesta necesita de 11 a 12 horas completas de sueño por noche, y esa cantidad irá disminuyendo a medida que crece. Aun así, cuando sea un adolescente, tu hijo seguirá necesitando de nueve a diez horas de sueño por noche Miedos nocturnos: ¿Por qué tu hijo tiene miedos nocturnos? Los miedos a la hora de ir a la cama, como a la oscuridad, a los monstruos debajo de la cama y a dormir solo, son comunes entre los 2 y los 4 años de edad.

 

Éstos son los años en que la capacidad imaginativa de tu hijo se ha disparado, lo que significa que ahora puede imaginar cosas nuevas que lo pueden asustar. Pasa una buena parte de su tiempo sumergido en juegos de fantasía, en compañía de dragones, dinosaurios y personajes malos. A la hora de dormir puede ser difícil para él desconectar su imaginación. Incluso las cosas familiares que nunca le han dado miedo, como el cuarto a oscuras, lo alarman de repente. Y puesto que tu niño todavía está aprendiendo a distinguir la fantasía de la realidad, la posibilidad de una criatura invisible debajo de la cama parece muy real para él. Los miedos nocturnos — a la oscuridad, la separación de los padres, los ruidos y la gente mala que hace daño —, son una etapa normal del desarrollo que dura más tiempo del que los padres esperan; empieza alrededor de los 2 años y puede durar hasta los 6-7 años.

 

Además de tener una imaginación más vívida, los niños en esta edad también comienzan a comprender que hay cosas en el mundo que pueden hacerles daño. Tu trabajo durante los próximos siete años o más será ayudar a tu niño a entender la diferencia entre un peligro real (aceptar un paseo con un extraño) y algo que sólo es imaginario (la “bruja” en el espacio entre la pared y su cama).

 

¿Cómo puedes ayudar a tu niño a superar sus temores nocturnos?

 

Tal vez en este momento no seas capaz de ayudarle a eliminar sus temores por completo (ya que es una etapa que tendrá que superar), pero puedes ayudarlo a manejar mucho mejor esos temores para que pueda dormir mejor.

 

Unas horas antes de acostarse, prepara a tu hijo con historias o videos entretenidos y no violentos (habrás notado ya lo siniestros que pueden ser algunos cuentos de hadas y películas animadas).

 

A la hora de dormir, establece una rutina tranquila que puedas practicar todas las noches, por ejemplo, un baño caliente, una historia tierna, una canción tranquila, unos minutos de compañía silenciosa contigo sentada junto a su cama. Incluso hay libros que pueden ayudar a curarlo de sus miedos.

 

Una luz de noche o tal vez dos también pueden hacer que tu niño se sienta más seguro. Dejar entreabierta la puerta de la habitación, escuchar cintas de cuentos o canciones de cuna y animar al niño a dormir con su juguete o manta favoritos también puede ayudarlo mucho.

 

Si tu niño tiene un hermano, permitirles acostarse juntos puede lograr que los temores nocturnos desaparezcan tan repentinamente como aparecieron. Colecho o cama familiar Como colecho se entiende dormir con tus hijos. Se puede hacer desde dormir en la misma cama, como tener una cuna especialmente diseñada para ir adosada a la cama familiar, o bien usar una cuna convencional sin uno de los lados y adosarla a la cama donde duermen los padres.

 

Muchas veces, en lugar de una cuna se pone otra cama individual adosada a la cama mayor. Dormir con vuestro hijo. Una opción con sus ventajas y sus condicionantes. Las ventajas del colecho para algunos autores son muchas y variadas. Pero el problema es que en casi cualquier libro o artículo sobre el tema de sueño infantil, se desaconseja que los niños duerman con sus padres. ¿ Porqué ? Una de las causas es el peligro de ahogar o aplastarles mientras se está dormido.

 

El peligro no es ninguna nimiedad, pero de la misma manera que difícilmente caemos de la cama, es poco probable que acabemos encima de nuestro hijo. Hasta los más acérrimos defensores del colecho desaconsejan practicarlo cuando se está muy cansado o se está muy obeso. Simplemente, son factores de riesgo que aumentan la posibilidad de tal peligro, pero fuera de esos casos, no hay mayor alarma que la de poder caer de la cama mientras dormimos. De hecho, es mucho más peligroso dormirse en un sofá con el bebé en el regazo que compartir cama con él. Se tiene que tener cuidado de que el bebé no pueda quedar atrapado entre la pared y el colchón o entre dos colchones.

 

Dos detalles más : cuando el bebé es muy pequeño, la madre tiene una especial conexión con él, pero el padre suele tardar algunos meses en darse cuenta de su pequeña presencia, así que se recomienda que el bebé no se sitúe entre la madre y el padre sino entre la madre y el final de la cama.

 

Además, están contraindicadas camas de agua o superficies muy mullidas, así como almohadas que pudieran sofocar al bebé. Hay opciones diferentes para cada tipo de familia. No hay una correcta y otra incorrecta. Si es una opción que habéis elegido. Si descansáis vosotros y lo hace el niño. Estupendo. Si queréis os aclaro algunas cuestiones sobre el colecho que tal vez no tengáis claras.

 

Algunos estudios dicen que si los padres tienen un claro sobrepeso no es recomendable hacer colecho. Y que no es aconsejable el colecho si alguno de los padres es fumador.

 

Se recomienda para evitar la muerte súbita del lactante usar un colchón firme (que no se hunda con facilidad) y no usar mantas pesadas ni demasiada ropa de cama. Elegir el colecho implica cierto grado de compromiso Los niños se adaptan con facilidad a los cambios en general. Pero a veces, en cosas que afectan a sueño, alimentación o afecto es más difícil. En el aspecto del sueño, como en cualquier otro, es responsabilidad de los padres hacer las elecciones pensando a largo plazo.

 

No tenemos derecho a someter a los niños a nuestro continuo cambio de humor. Si elegimos el colecho, sobre todo si decidimos mantenerlo por encima de los 6 meses, tenemos que plantearnos que estamos firmando una hipoteca que se paga todas las noches.

 

Si unas noches permitimos al niño que duerma con nosotros y otras no, el niño no lo va a entender, y van a aparecer los problemas. «Aprender a dormir sólo» es más complicado. Por eso la parte dedicada a esa opción es más larga.

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