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Ayuda a tu hijo a dormir bien

Para poner fin a vuestras noches en vela, sólo tenéis que inculcar a vuestro hijo buenos hábitos de sueño.

Cuando a horas intempestivas de la noche, después de haberle alimentado Y cambiado, vuestro bebé sigue con los ojos abiertos, comienza a surgir en vosotros un desolador sentimiento de cansancio y de impotencia, de pensar que hay algo que no estáis haciendo bien. La buena noticia es que podéis variar esta situación: mantened la calma, armáos de paciencia y seguid nuestros consejos.

Cambiar su ritmo de sueño. Los bebés duermen mucho. Lo malo es que lo hacen en horarios diferentes a los de los adultos; es decir, duermen de día y se muestran más activos de noche. Esto se explica porque durante su vida intrauterina lo hacen así: tienden a adormecerse cuando su madre está activa, porque su constante movimiento es un dulce mecimiento para ellos, y se espabilan cuando su madre para, o sea, de noche, ya que al tumbarse les deja más espacio en la tripa para poder moverse.

Pasadas las primeras semanas, en las que erais vosotros los que teníais que adaptaros a su horario de sueño y comidas, llega el momento de cambiar este ritmo innato de vuestro hijo. Enseñarle a distinguir el día y la noche no es demasiado complicado: cuando sea de noche, poned su habitación a oscuras y procurad que esté lo más aislada posible del ruido.

En cambio, para dormir la siesta dejad algo de claridad y permitid que lleguen hasta él los sonidos de la casa. Otra idea es echarle en el cochecito para las siestas y darle las tomas diurnas en el salón: así asociará el cochecito y el salón con el día, y la cuna y el dormitorio con la noche. Lo que no debéis hacer es despertarle, aunque lleve durmiendo mucho tiempo (ni siquiera para comer, salvo que pese menos de tres kilos).

Si duerme es porque lo necesita y hacerlo le ayudará a reponer fuerzas y a crecer. Por dos motivos: porque durante el sueño segrega la hormona del crecimiento, imprescindible para que éste no se detenga, y porque mientras duerme ahorra energías, que quedan a disposición de un mejor desarrollo.

El ritual nocturno, imprescindible A partir de los dos o los tres meses, los bebés ya no necesitan comer tan a menudo y su tiempo de sueño continuo se prolonga. Es el momento ideal para habituar a vuestro hijo a seguir un ciclo de sueño y vigilia más similar al vuestro. O, dicho de otro modo, enseñarle a dormir más y mejor por la noche.

Para lograrlo resulta fundamental que establezcáis una rutina diaria en la que haya un momento fijo para las comidas, el baño, el paseo y el sueño. Y que, llegado el momento de dormir, hagáis un ritual, siempre el mismo y en el mismo orden.

  • Saber de antemano lo que va a ocurrir hará que se sienta seguro y esto le ayudará a relajarse y a quedarse dormido enseguida
  • Ponedle el pijama, dadle la toma, mecedlo en brazos, cantadle una nana, acostadle, dadle un masaje y salid del cuarto antes de que se duerma.
  • Si llora, acudid a su lado para calmarle, sin sacarle de la cuna.
  • Marcháos de nuevo y repetid las visitas tantas veces como sea preciso, hasta que se duerma.
  • Habladle y tocadle, pero no le durmáis en brazos.
  • Todo esto le permitirá dormirse solo y si se despierta de noche, no tendrá necesidad de reclamaros para volver a dormirse.

Quitarle la toma de madrugada Con cuatro o cinco meses, los bebés suelen estar preparados para reducir sus siestas diarias a tres, acompañadas por un sueño nocturno de cinco a nueve horas. Y con cinco o seis meses ya es posible limitar sus siestas diurnas a dos y lograr que duerman toda la noche.

Para prolongar las horas de sueño nocturno de vuestro pequeño tenéis que retirarle la toma de la madrugada. ¿Cómo? Añadiendo un par de cucharaditas de cereales a la última toma y dándosela más tarde (antes de empezar a hacerlo, consultadlo con el pediatra).

Si a pesar de todo vuestro pequeño continúa despertándose demasiado temprano, dadle un biberón de agua que le entretenga el estómago durante un ratito. Ya veréis cómo, dentro de poco, su primera toma del día coincide con vuestro desayuno. Desde ese momento podréis trasladarle a su propio dormitorio, aunque alguna vez se inquiete por la noche (comprad un interfono para oírle si llora).

Así todos dormiréis mucho mejor: vosotros, porque no estaréis constantemente pendientes de su respiración. Y él, porque estará más aislado del ruido que sin daros cuenta podáis hacer

 

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