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Escucha activa: ayudar a entender lo que le pasa al niño 

Una madre que recientemente había dado a luz, estaba preocupada por el comportamiento de su hija mayor, la llegada del nuevo hermanito no estaba siendo nada fácil, los celos afloraban y la niña se encontraba más irascible, nerviosa y alterada. No solo era complicado compartir el cariño de mamá con un extraño, sino que la niña continuamente escuchaba por parte de otros adultos frases que contradecían lo que ella sentía: ¡ya verás cómo jugarás con tu hermanito cuando crezca!, ¡qué suerte tener un hermanito!, ¿ya cuidas a tu hermanito?, ahora eres la hermana mayor!

Esta madre necesitaba comprender como se sentía su hija y su deseo por ayudarle a expresar los sentimientos que le producían esa nueva situación eran tan fuerte que un día consiguió que su hija le confesará que no le gustaba tener un hermanito. A partir de este momento, empezaron a trabajar los lazos afectivos entre hermanos para mejorar la relación.

La escucha activa ayuda a captar los sentimientos. Hay que tener en cuenta que los sentimientos que no se reconocen en la infancia, influyen en las relaciones de adulto. Cuando damos importancia a los sentimientos de un niño por muy absurdo que nos parezca el motivo por el que llora, le ayudamos a ser el mismo.

Escuchar activamente supone acompañar a un niño en la consciencia de sí mismo, consiste en tratar de entender lo que hay detrás de los mensajes verbales sin que se sienta juzgado y a poder ser sin dirigir su vida enseñándole a poner nombre a cada una de sus emociones para que pueda comprender lo que le pasa.

Ayudar a entender lo que le pasa al niño. Acepta y respeta todos los sentimientos del niño: cuando el niño llora porque se ha caído, es posible que no se haya hecho daño, pero ha podido sentir miedo o vergüenza. Si acude a ti necesitara tu comprensión y cariño no que suavicen su dolor con frases como ¡no pasa nada! o ¡eres mayor, no tienes que llorar!

Demuéstrale que estas escuchando todo lo que él dice mirándole fijamente a los ojos, asintiendo con la cabeza, con expresiones como “Sí, ¡Ajá!…” o con un tono de voz adecuado para conseguir que el niño se sienta escuchado y comprendido.

Escucha de manera reflexiva: consiste en repetir lo que crees que el niño siente y dice, de esta manera podemos describir lo que parece haber causado esos sentimientos.

Pon nombre a los sentimientos: un niño debe aprender a identificar sus diferentes estados de ánimo, saber llamarlas por su nombre y ser consciente de cómo influyen en su comportamiento.

Ofrece tu consejo, pero sin imponerlo: esto lo haremos con el fin de ayudarle a confiar en su capacidad para encontrar herramientas que le ayuden a gestionar sus emociones.

Adoración Navarro

 

 

 

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